Romero

Con este término se define históricamente a quienes peregrinaban a Roma y por extensión, con el tiempo, a Tierra Santa y a Santiago, así como a cualquier ermita, santuario o templo.

Algo similar sucedió con la palabra “romería”, que durante la Edad Media aludía a una gran o multitudinaria peregrinación, en particular a Roma. Al pasar los siglos, en correspondencia con el nuevo uso del vocablo “romero”, empezó a utilizarse en referencia a todo tipo de fiesta popular de carácter religioso que requiere el traslado hasta el sitio en que se celebra.

Hasta el resurgimiento contemporáneo de las peregrinaciones jacobeas era común llamar romeros a los peregrinos.

Un poco de historia

Todavía al comienzo del siglo XX solían denominarse romeros a quienes peregrinaban a Santiago de Compostela. Y así puede constatarse al consultar los periódicos y algunos textos de ese tiempo.

Hay quienes afirman que el uso frecuente de ese término se debe a que el Camino de Santiago había perdido importancia y singularidad como lugar de peregrinación en el continente europeo. Pasaba por ser un santuario como cualquier otro de menor importancia, por mucho que en el pasado era de máxima relevancia.

Ahora el término ha caído casi en total desuso y a la mayoría de las personas les resulta desconocido. Se ha impuesto el vocablo peregrino para referirse a todo aquel que participa en una peregrinación.

Como tantas otras palabras de la lengua española ha pasado por todo un proceso histórico que incluye modificaciones, usos equivocados e inciertos y ha ido perdiendo la preferencia de los hablantes para dar paso a otro que les resulta de mayor significación.

Algunas diferencias

Algunos autores insisten en que romeros y peregrinos son todos aquellos que hacen romerías y peregrinajes para servir a Dios y dar muestras de honra y gratitud a los santos.

Pero asimismo hacen notar que los que hacen romerías son los que van a Roma para visitar los lugares sagrados donde yacen los restos mortales de San Pedro. Por su parte el que hace peregrinación es el que se dirige al Santo Sepulcro de Jerusalén o a otros lugares santos o a Santiago.

Y otros autores son un poco más específicos en cuanto a los motivos y destinos: «romeros» serían los van y vienen de Roma, «palmeros» los que van a Jerusalén y «peregrinos», en el propio sentido, los que se dirigen o regresan de Santiago. Quizá esta sea una distinción demasiada estricta e incluso innecesaria.

En última instancia lo que importa es que a los peregrinos también puede llamárseles romeros sin que eso signifique menoscabo de su condición, de su fe y de su ánimo religioso. Y la mejor prueba de esto es que cada año que pasa va en aumento la afluencia de caminantes que recorren las distintas rutas jacobeas para alcanzar su gloriosa meta.

No debe olvidarse que las palabras son también formas de vida y que son los hablantes de determinado idioma quienes las consagran, las rechazan o las olvidan, dándole vida a otras que expresan mejor sus anhelos espirituales.