Zurrón

El atuendo de cualquier peregrino para el Camino de Santiago no estará completo sin un zurrón. También conocido como morral, escarcela o esportilla, este elemento, junto con el bordón, forma parte de la indumentaria distintiva de estos viajeros. Esta pequeña bolsa abierta, según lo que dice el Códice, representa la predisposición del peregrino tanto para dar como para recibir.

Cómo debe ser un zurrón

Indefectiblemente es una bolsa pequeña, de forma más o menos rectangular, fabricada en cuero, que se sujeta al tronco mediante una correa que permite llevarlo en bandolera. Asimismo, debe ser abierto, sin costuras ni ligaduras. Por todo adorno, lleva conchas de vieira.

La bendición del zurrón y el bordón

Antes de partir hacia Compostela, los peregrinos deben asistir a la misa de bendición de los bordones y los zurrones. Primero deben confesarse. Después, de rodillas y frente al altar, se elevan los cánticos que incluyen siete Salmos, ocho oraciones, una letanía y cuatro Salmos adicionales. Finalmente, el obispo entrega ambos elementos con la benedictio perarum et baculorum, cuyas fórmulas datan de la Edad Media.

Qué significa este elemento durante la travesía

El hecho de que sea pequeño implica que caben muy pocas cosas, es decir, las provisiones para el camino deben ser bastante escuetas y sencillas. Esto significa que el peregrino, al no llevar casi nada consigo para su sustento, deposita su confianza completamente en la provisión del Señor. Es un permanente recordatorio de que Dios cuida de sus hijos y se encarga de su sustento.

Que sea de cuero, significa que es necesario doblegar la propia naturaleza con frío, ayunos, desnudez, trabajos y penalidades. El viajero renuncia a los lujos y comodidades de la vida para someter su espíritu a los designios del Creador. De acuerdo con este principio, las mortificaciones despojan el alma de todo lo que la separa de Dios.

Lo más hermoso del zurrón es que es abierto y sin ataduras. Su boca permanentemente abierta es la prueba de que el peregrino, en primer lugar, debe estar dispuesto a dar lo que tiene, así sea poco, a los pobres que encuentre en su camino. Pero, al mismo tiempo, esa abertura debe estar dispuesta a recibir de lo que le ofrezcan durante el viaje, es decir, nunca estará del todo vacío.

Este pequeño saco es el símbolo más evidente de la condición transitoria y de mendicidad del peregrino. Es la prueba tangible de que Dios provee lo justo para las necesidades básicas y el desafío más puro a dar de lo que se tiene, no de lo que sobra (que es lo usual).

Los viajeros actuales han cambiado el antiguo y espiritual zurrón por morrales grandes y modernas mochilas en las que cargan todo lo que consideran que necesitan para su viaje: dinero, comida, ropa y hasta artículos de tocador. 

Aunque durante mucho tiempo la Iglesia consideró esto como algo ofensivo para Dios, ha tenido que aceptar que los tiempos han cambiado y las peregrinaciones continuarán año tras año, y no por eso dejarán de ser una experiencia espiritual muy enriquecedora.